Todo el mundo conoce a Blas, es un ser indudablemente social, no hay sarao en el que no participe. El mandil, la tertulia, la boina, el Rotari, el balonmano, el Jesús… Es más de Cuenca que si fuera de Cuenca.

Es una persona entrañable y carismática, siempre amable, siempre sonriendo, alguien a quien siempre te alegras de ver, aunque esté a punto de quitarte una muela, porque eso es lo suyo.

Blas el dentista, el más importante proveedor del ratoncito Pérez. Imposible calcular cuántos dientes ha extraído a lo largo de su vida profesional… Han sido muchos años en la seguridad social, su plaza se extinguió con su jubilación, fue el más joven en conseguir esa plaza y el último. Aunque a él más que extraer siempre le ha interesado conservar y, por supuesto, reponer.

Ahora todo el mundo pone implantes, pero hace 30 años la copla era otra. Blas estaba ahí, con los primeros, con los que ahora infiltran la rodilla a Nadal. Blas tiene implantes puestos con 30 años en boca. No todo el mundo puede decir eso.

        

No ha llegado más lejos porque no tenía esa ambición, no necesita medirse con nadie, su ego no tiene tanta hambre. Es un currante, desde el 78 está cotizando a la Seguridad Social, donde empezó como empleado del Parque de Atracciones de Zaragoza.

Ahora, a la orilla de la jubilación, no tiene esa energía, pero tiene una calma que trasmite, no tiene esa agudeza visual, pero ve lo que va a pasar antes de que pase, mientras quiera ejercer su profesión, la mano de su hija va a estar ahí para darle la firmeza que necesite.

   

El verdadero valor de Blas no está en sus manos, aunque raro es el día en que no le digan “¡qué manos tiene, doctor!”. Blas ha sido y será un dentista como pocos, lo es por su inteligencia, su sensatez, su calidad humana, su practicidad, su sentido del humor, su empatía, su humildad y su generosidad. Ha dado lo mejor de sí mismo a la consulta, a sus amigos, a su familia…

Si hay una manera buena de hacer las cosas en la vida, sería como lo ha hecho él. Intentando siempre mejorar, por mejorar él y mejorar el mundo, empezando por el mundo de los que tiene al lado.

María Gil